Caminando por las calles de
Madrid, oyes los instrumentos del ritmo de la vida madrileña. Los coches pasan
por la calle haciendo un ruido fluido con sus ruedas y el sonido de los barman
preparando café con leche hace un eco en todas las calles de todos los barrios
de la ciudad. La gente es el instrumento más importante en esta sinfonía
urbana, hablando rápidamente en la lengua que la da su identidad, el español. Cuando
estoy escuchando a madrileños hablando, sus palabras fluyen como una canción suave de la que puedo simplemente
disfrutar los sonidos extraños que crean un ritmo relajante, cuando de repente
una palabra cae en los oídos como una nota fuera de tono y rompe el ritmo de la
melodía de la conversación: “chino”.
“Chino”
es la lengua de China o una persona que es de China, pero en España tiene otro
sentido. Un chino es cualquier persona asiática o una tiendita de alimentos.
Los madrileños van al chino para comprar cerveza o algo para picar. Las conversaciones con los chinos no
duran más de lo que es necesario para realizar un pedido o hacer una pregunta.
Los españoles no saben nada de los “chinos” y por eso los llaman así. De la
incógnita nacen rumores y estereotipos y por esta razón existe la idea de que
los chinos en España no mueren.
Hay
libros y artículos y un gran cantidad de investigaciones sobre adónde van los
chinos cuando mueren. El gobierno español no tiene sus documentos, tampoco los
cuerpos y esto ha creado un misterio urbano entre los ciudadanos. Pero,
contrariamente a los rumores, hay muchas explicaciones posibles y simples que
resuelvan este misterio. Muchos de los chinos de España son muy jovenes. Vienen
a España buscando trabajo, prosperidad, y una vida mejor que la que pueden
obtener en sus propios países. Por eso abren tienditas, “chinos,” porque en
estas empresas pequeñitas hay promesa y esperanza. Es posible que después de
que ganen el dinero que necesitan, se vuelven a sus propios países, y por eso
no mueren en España. Otra explicación es que sólo quieren ser enterrados en sus
patrias. Por lo tanto, el misterio se desarrolla. El misterio no es sobre la
muerte de los chinos, sino por el racismo de los españoles contra los
asiáticos.
El problema es cómo ven los españoles a
los chinos. Toda la ciudad es una orquesta. Una orquesta no funciona sin todas
sus partes, si son grandes o pequeñas todas son necesarias para mantener un ritmo
y crear una melodía. La palabra “chino” suena como una nota fuera de tono, pero
no porque es una palabra mala, sólo porque no se está usando correctamente. Los
asiáticos, o “chinos”, no son producto de un misterio incomprensible, son como
todas las partes de Madrid, un instrumento. Si los madrileños cambian su imagen
de los asiáticos, pueden embellecer la melodía ya hermosa de Madrid.
No comments:
Post a Comment